Se ha ido con mi risa y la suya, con los recuerdos y con todo el amor que le entregué. Se fue con los errores que no pude remediar, con maletas llenas de momentos, y justo cuando salía por la puerta corrí a entregarle lo que quedaba de mi corazón. Era su costumbre siempre olvidar algo en casa.
Me dejó con todo este amor que ahoga, que quema y marea; nos arrebató el futuro, y quién sabe si el futuro de nuestros hijos, esos que no tuvimos. Se fue sin escucharme, sin siquiera hablar. Me dejó rota, llena de dudas, de fantasmas, de recuerdos y de miedo, mucho miedo de que no me perdone jamás. Y van llegando los reproches, pasan por la puerta para burlarse de mí, y sí, tal vez no nos entendíamos bien, tal vez nos distanciamos a pesar de compartir la cama, tal vez le faltó ternura y a mí me faltó paciencia pero nada justifica que he sido yo la del error.
Cierro la puerta y me siento perdida, sin hogar. Intento distraerme pero la mente es sabia y me invita a llorar un poco más, repaso en mi cabeza nuestra historia, desde el día uno hasta hoy, cuanto amor repartido en estos años, hubiese apostado a que no terminaría jamás. Busco algún paisaje por la ventana que me ayude a entender en qué momento fue que te perdí… O quizás si es que yo siempre estuve perdida.
El ego abre la puerta con furia ¿Cómo puede ser que no quieres escucharme? No fui yo la culpable de todo… La tiro de un portazo, esta vez sí he sido yo. El ego y su justificación también se han ido.
El huracán de sentimientos comienza a desvanecerse, solo queda este hueco en el estómago, mis ojos secos que lloran sin lágrimas y yo, yo que no sé quién soy, no siento mi cuerpo mío. Voy caminando sin rumbo escribiéndote aquella carta en las esquina y levanto la mirada, estoy justo donde nos conocimos. Grito tu nombre.
-¿Cómo puedo pedir que me perdones? Entiendo que no quieras. Yo tampoco me perdono.-
Te he entregado mi felicidad, es tuya, ese fue mi primer error, pero se sentía tan bien que fueses el dueño de mi alma, yo nunca he podido controlarla. Fue mi cuerpo el que te traicionó, no fui yo, y no lo veas como excusa, hace muchos años que puede más que yo. Soy débil, frágil e insegura, llena de máscaras y rodeada de fantasmas, lo único certero en mi vida eras tú y te fallé, no lo repitas, ya lo sé, que cambié tu alegría por una noche de placer.
Te has ido y yo solo anhelo volver. Quiero reconstruirlo todo, hasta a mí misma, porque de tanto lastimarme te lastimé, a ti, mi gran amor. Lucharé contra mí por los dos, encontraré la fuerza para amarme mientras te sigo amando. Y si no vuelves quiero que sepas que seré tuya para siempre porque lograste encender mi luz aunque yo la quisiera apagada.
Hay relaciones que sobreviven a pesar de las infidelidades… mírame a mí, me he sido infiel tantas veces y sigo aquí, luchando por mi amor, y ahora por el tuyo.
Laura Barrera Iglio
Historia inspirada en una historia contada.
Ilustración: Oriana Vélez