La realidad es que estoy haciendo un stop entre mis ocupaciones y preocupaciones para hablarles sobre los NO que no decimos. Por no decir que no, me dije no a mí misma… pero me armé de valor y aquí estoy diciéndome de nuevo que sí.

Tenemos una incapacidad y luchamos contra ella, luchamos sin estrategia, sin análisis y sin paciencia, solamente usando la fuerza (y en muchos casos la rabia). Porque es más fácil pelear contra algo o alguien que contra nosotros mismos.

Tenemos una incapacidad mucho más profunda de lo que creemos, no sabemos decir que no cuando nos piden un favor o cualquier cosa, nos inclinamos inmediatamente al , de nuevo, sin pensar en las consecuencias; queremos ayudar, agradar, demostrar… al precio que sea, aunque nos cueste nuestra paz.

A veces no nos damos cuenta de todos los sis que repartimos, hasta que colapsamos, caemos de rodillas, cansados ante una montaña empinada. No podemos más pero eso no podemos admitirlo. Como sea seguimos, gemimos y nos quejamos, incluso lloramos del agotamiento. Cuando decimos no más todo empieza a mejorar… hasta que volvemos a compulsión del sí; entonces todo se repite.

En muchos casos nos arrepentimos, nos juzgamos y frustramos, sentimos impotencia pero no hacemos nada para mejorar nuestro estado de incomodidad porque alguna vez nos dijeron que el tiempo lo cura todo. Nos disponemos a ¨olvidar¨ la situación creando (inconscientemente) un resentimiento y una predisposición hacia las personas. Nos quejamos de ellos y hasta podemos llegar a llamarles abusadores pero, ¿de quién es la responsabilidad?

Porque sí que sabemos decir que no, constantemente, cuando decimos que sí pero realmente queremos decir que no, nos estamos diciendo que no a nosotros mismos. Y aunque parece un trabalenguas ciertamente lo es, esa confusión que genera el querer quedar ¨bien¨ con el mundo haciéndonos ¨mal¨.

Culpabilidad, este mal infundado por la sociedad nos arrastra a sobrecargarnos de tareas, a incomodarnos, a hacer cosas que no queremos hacer y a poner a otros por encima de nosotros. Nos sentimos culpables al decir no porque eso fue lo que nos enseñaron, pero si tu no te sientes bien con eso, ¿por qué hacerlo? ¿Acaso no hay otras maneras de ayudar con la que te sientas cómodo?

Manipulación, el arte de manipular todos lo hemos utilizado para conseguir lo que queremos, para ahorrar tiempo, dinero o esfuerzo pero, ¿se siente bien que otra persona haga algo que no quiere hacer? ¿Nos sentimos victoriosos cuando logramos manipular y salirnos con la nuestra?

Egoísmo, ¿somos egoístas cuando ponemos nuestros límites y decimos que no? ¿O cuando somos sinceros y decimos lo que pensamos? Creo que verdaderamente somos egoístas con nosotros mismos cuando decimos que sí mientras por dentro gritamos que NO.

La realidad es que la incapacidad de decir que no a otros es miedo, miedo a ser ¨desaprobados¨, a que nos tilden como ¨egoístas¨, a sentirnos ¨culpables¨… pero, ¿acaso no es exactamente eso lo que sentimos al decir que sí sin quererlo? Entonces nos damos cuenta que esos miedos ya los vivimos y sufrimos, que ahora es tiempo de decir no más, que es tiempo de decirnos que sí a nosotros y descubrir lo que se siente defender tu paz.

Di que sí cuando te nazca, cuando esté dentro de tus posibilidades, cuando te sientas cómodo diciéndolo. Y di que no sin sentir vergüenza o pena o culpa porque si esa persona se molesta por tu respuesta probablemente tampoco valoraría tu esfuerzo.

Yo también estoy aprendiendo a decir que no.

 

Laura Barrera Iglio