La lucha con la reina comienza desde muy temprano, arregla tu cuarto, lava los platos, aprende a cocinar y tantas cosas más argumentándolo solo con un “no te voy a durar toda la vida” pero ¿saben qué? Sorpresa: ella una vez más tiene razón.
Vivimos una rivalidad que termina cuando “tenemos nuestra propia casa”, “nuestra propia vida” y justo en ese momento comenzamos a arreglar nuestras cosas exactamente como ella lo pedía, lo importante aquí es que ya no lo pide, ahora lo quieres tú. Ya comienzas a entender lo desesperante que resulta que no laven los platos o desordenen más de la cuenta y te pones nostálgica reviviendo situaciones y buscándole la solución a algo que ya pasó, la reina está feliz de verte crecer pero más feliz porque sin decirlo sabe que ahora la entiendes, que llevar una casa no era tan fácil como lo veías y que si no hubiera sido por ella no sabrías ni cómo empezar.
-Como todo lo desesperante tiene su lado divino ahora tú eres la reina-
Las niñas ven a su madre como reina porque las admiran pero también la ven como rival porque tienen el amor de papá (todo esto de forma inconsciente), desde muy pequeñas comenzamos a despertar nuestra ambivalencia hacia nuestra madre, sea cual sea el tiempo que la vida no las preste es el mayor pilar para formar la personalidad de una mujer (esto lo hablaremos en otro post), a nuestra madre la amamos, en ocasiones no la soportamos pero de lo que si estamos seguras(os) es que quisiéramos que fuese eterna.
Laura Barrera Iglio